El despertador sonó a las 8, no había prisa, ni había
que coger trenes, iba a ser un día tranquilo; tras las duchas y el desayuno, salimos
pasadas las 10.
El día estaba fresco, nuevamente íbamos a BARI
VECCHIA, a seguir callejeando más o menos lo que nos quedaba por ver; pasear
por estas calles es algo que me gustó mucho en este viaje. Nos recordaba un
poco a Nápoles, pero con menos tráfico, mucho más tranquila, y mucho más
laberíntica, incluso muchos callejones no tienen salida.
Sin saberlo llegamos a un rincón que nos encantó y
que no sabíamos de su existencia, PIAZZETTA SANTA MARÍA DEL BUON CONSIGLIO,
con unas ruinas romanas en medio del casco viejo, que fueron toda una sorpresa.
También paseamos por el LUNGOMARE, por la parte que está más cerca del centro histórico.
El motivo de no comer mucho, también fue, que
dejamos un hueco para tomarnos un buen postre, en Martinucci Laboratory (la misma cadena que
estuvimos en Alberobello), pedimos una tarta de fresa y un banana Split, junto
con un capuchino y espressino, nos costó 12’80 €.
Luego ya dimos la ciudad por vista, además el aire
era cada vez más frío, así que decidimos volver a casa; yo me eche una buena
siesta, me estaba empezando a doler la garganta y eso quería decir que el
resfriado se acercaba.
La tarde fue lluviosa, así que decidimos quedarnos
en casa, entre la tele y whasapear con los amigos se nos hizo llevadera. Ni
salimos a la calle a cenar, como no teníamos hambre, y con las provisiones de galletas,
papas, refrescos y cervezas, nos quedamos tan ricamente.
No nos enteramos mucho de la lluvia porque la casa
da a un patio interior muy tranquilo y teníamos todas las ventanas bien
cerradas; lo que sí estaba claro es que venía una ola de frío para los días
siguientes, que por allí llamaban Burian.
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