Nos despertamos un poco más tarde que otros días, alrededor de las 8, pero resultó que no había agua caliente, así que nos resignamos y nos pusimos a desayunar. Mientras mandamos un whastapp a la dueña, que nos llamó inmediatamente, al rato pasó por el piso y le echó un vistazo a la caldera, como no funcionaba, llamó al técnico; nos pidió disculpas varias veces y nos dio todas las opciones posibles, esperar ella al técnico, si queríamos estar solos mientras venía el técnico ella se iba y luego venía, incluso si nos queríamos esperar al técnico se ofrecía a llevarnos ella en su coche donde quisiéramos ir. Le dijimos que no teníamos ningún problema en que ella esperara al técnico allí, que nosotros nos íbamos a continuar con nuestros planes; simplemente quedamos en que cuando estuviera arreglada nos informara.
El día había amanecido soleado y al levantarnos decidimos ir a la costa; ayer la previsión metereológica lo pintaba peor, así que sin dudarlo aprovechamos el día de sol, para ir a ver otras de las imágenes típicas de La Puglia.
Fuimos a la estación de trenes y sacamos los billetes hacia Polignano a Mare (2’50 €) en las maquinas, todos los trenes que cogimos este día fueron de Tren Italia. Cogimos el de las 10’05 que salió bastante puntual; este primer trayecto era alrededor de unos 20-30 minutos.
Cuando llegamos a POLIGNANO A MARE, había alguna nube pero hacía bastante sol, entramos en la parte histórica del pueblo y luego fuimos directos a por la imagen típica, donde nos recreamos un buen rato. Después continuamos recorriendo otros miradores, pero ninguno con las vistas del primero; donde están las mejores vistas es cerca del monumento a Domenico Modugno (nacido en este pueblo), que se hizo famoso por la canción Nel blu dipinto di blu, más conocida como Volare.
Al final volvimos a la plaza principal, Piazza Vittorio Emanuele, donde nos tomamos un capuchino y un espressino en una agradable terraza.
Tras esta visita, de unas dos horas y media, regresamos a la estación, para cambiar de pueblo, la siguiente visita era Monopoli (1’10 €) y el trayecto en tren sólo 5 minutillos.
Al llegar a Monopoli fuimos directos a comer, en Piazza Guiseppe Garibaldi dimos una vuelta, a ver por cual nos decidíamos; he de decir que para ser sábado habían bastantes cerrados.
Nos decidimos por Ghiottone, tenía buenos precios y resultó muy agradable el local, nos pedimos de entrante para compartir unas verduras rebozadas con tempura, muy ricas, y de platos, unos spaghetti con mejillones y unos linguine con almejas, los dos platos estaban deliciooooosos; junto con las cervezas y los chupitos de limonchelo nos costó 40 €. Muy recomendable, nos encantó.
Comenzamos la visita de MONOPOLI por su puerto y luego recorrimos el paseo que va junto el mar, aunque hacía algo de viento, no llegaba a ser excesivamente molesto. Luego nos metimos por dentro del pueblo, y callejeamos un rato; antes de irnos volvimos a pasar por el puerto. La verdad que este pueblo nos había gustado mucho y además estaba muy tranquilo.
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Porta dell'antico porto |
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Palazzo Martinelli |
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Castello Carlo V |
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Castello Carlo V |
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Cala Porta Vecchia |
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Cala Porta Vecchia |
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Cala Porta Vecchia |
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Cala Porta Vecchia |
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Cala Porta Vecchia |
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Cala Porta Vecchia |
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Cattedrale Maria SS Della Madia |
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Cattedrale Maria SS Della Madia |
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Cattedrale Maria SS Della Madia |
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Chiesetta San Giovani |
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Palazzo Martinelli |
Tras la agradable visita, nos tomamos unos cafés de camino a la estación de trenes, sacamos los billetes a Bari (3’20 €) y esperamos un ratillo. Los sábados baja la frecuencia de los trenes, pero si miras los horarios y te organizas, se puede hacer bien sin más problemas. Cogimos el tren de regreso a las 5’55 y este trayecto fue de unos 30-40 minutos.
Nos había encantado el día, dos pueblos muy bonitos, con poca gente, comida estupenda y con sol, que más podíamos pedir.
Una vez en Bari pasamos un ratillo por casa y luego fuimos al centro, al ser sábado estaba muy animado, nos tomamos unos Aperol Spritz (5 €, como en todos los sitios) en La Ciclatera y luego nos fuimos a cenar.
Elegimos Cibo en Piazza Mercantile, el local estaba animadísimo, y conseguimos un par de taburetes al fondo del local, nos pedimos unos piadinis y esperamos turno. Y resultó que al ser una cosa que está hecha (solo hay que calentarnos en la plancha) no había que esperar turno, cosas de novatos; se esperaba sólo para los panzerotti, que son como unas empanadas fritas típicas de esta zona. No recuerdo lo que costó, pero muy barato.
Tras la cena paseíto de vuelta a casa, contentos porque habíamos salvado el día, nos habíamos librado de la lluvia y habíamos visto dos pueblos muy bonitos.
Mañana, salvarse de la lluvia sería más difícil. Así que, entre que se suponía que llovería bastante y que las frecuencias de trenes bajaban bastante los domingos, incluso algunas compañías ni tenían servicio; habíamos decidido quedarnos en la ciudad.
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